Los distintos tipos de letra
Nota previa:
Con nuestro recuerdo y agradecimiento a Diego Alonso Montes, coautor de nuestro libro “La Miniatura Altomediecal Española” del que publicamos este capítulo.
Condicionantes históricos
La caída del Imperio Romano no solo supuso una fractura de la unidad política, sino también el fin de una cultura uniforme. En este sentido es interesante destacar la amplia producción de manuscritos durante el Bajo Imperio, debido a su elevada demanda en los circuitos del comercio. Un signo de esa demanda es la estandarización de los tipos caligráficos, que hacia el siglo IV había dado lugar a dos tipos de letra principales: la uncial caligrafiada, usada preferentemente para los códices, y a la semiuncial, una letra minúscula cursiva que ya desde el Siglo III se utilizaba para cartas y documentos, pero no todavía en códices.
Pero ya en el siglo V la escritura semiuncial se había generalizado, y su uso se prolongó hasta el siglo VIII. Respecto de la uncial caligrafiada, parece que desde el siglo VII se reservó para los títulos. En ese periodo los manuscritos ya no tenían la difusión que habían llegado a tener en el Bajo Imperio debido a la decadencia comercial, y se habían vuelto productos de consumo interno para los monasterios y escuelas catedralicias. Esto no quiere decir que no circulasen, y de hecho, está atestiguado que se prestaban o intercambiaban con frecuencia, pero sólo en el ámbito reducido de la Iglesia.
El material de uso común era el papiro, que por su gran flexibilidad impuso el formato de rollo, y si bien el proceso de fabricación era lento, la obtención de la materia prima era muy barata. Teniendo en cuenta la gran difusión de la cultura bajo el Imperio y el fluido comercio con Egipto, el uso del papiro estaba mucho más extendido que el pergamino. Pero los árabes conquistaron Egipto en el siglo VII poniendo fin a la principal fuente de suministro de papiros. Y como quiera que el pergamino siempre escaseaba, dado que tanto la obtención de la piel como su preparación eran muy costosas, durante los siglos VII y VIII hubo escasez de materiales, que solo pudo suplirse mediante la inclusión de más texto en los folios, para lo cual la escritura minúscula o cursiva (semiuncial) era muy apropiada. En esos siglos surgen las mal llamadas escrituras nacionales (visigótica, merovingia, germana precarolina…), que no fueron realmente tan estancas como se ha supuesto, habiendo interacción e influencia reciproca entre ellas.
En el siglo VIII surge la escritura carolina, que recupera la antigua minúscula de los códices de los siglos IV-V, más cuidada y limpia que la cursiva empleada en documentos. Parece que esta letra fue promovida y perfeccionada por los intelectuales que rodearon a Carlomagno, como Alcuino de York, Paulo Diácono y Epinardo, entre otros. Este fenómeno debe observarse como un aspecto más de la “renovatio” carolingia que no sólo buscaba la restitución de la unidad política del Imperio, sino también volver a los estándares clásicos de cultura. Fue pues la carolina una creación consciente para dotar de un elemento unificador y difusor a la cultura cristiana. Y si bien llegó a implantarse en Francia, Alemania y norte de Italia ya en los siglos VIII-IX, no fue hasta el siglo XI cuando llegó a Inglaterra, y en el siglo XII a la región noroccidental de la Península Ibérica.
De hecho fue en el Concilio de León, en 1080, cuando el cardenal que presidía la asamblea dispuso que se adoptase la carolina, influido por los monjes cluniacenses. Los últimos bastiones de la letra visigótica fueron Galicia y Portugal, donde se mantuvo durante los siglos XII-XIII, así como en la comunidad de mozárabes andalusíes, que la utilizaron hasta el siglo XIV por razones obvias.A finales del siglo XII y como derivación de la carolina aparece la llamada letra gótica, que acusa las tendencias postreras de aquella, como un cierto manierismo, junto a la acentuación de los ángulos y el engrosamiento de los trazos. Estas características son hijas de la “producción en serie” impuesta desde las bibliotecas dependientes de los nuevos centros universitarios. Se trata de una escritura menos espontánea, que responde a la necesidad de uniformidad del nuevo comercio del libro. La letra gótica alcanzó su perfección en el Siglo XIII y se mantuvo, de forma general, hasta el Siglo XV (en Italia), si bien todavía en la primera mitad del Siglo XVI se seguía utilizando en Francia, y en Alemania, Inglaterra y España incluso durante más tiempo.
Dentro de la distinción entre la escritura utilizada en los libros, heredera de la minúscula romana a través de la carolina, y la escritura cursiva, utilizada para los documentos, interesa destacar que esta última dio lugar a la letra albalaes (siglos XIII-XV), la cortesana (siglos XV-XVI) y la procesal (siglos XVI-XVII), de manera que los documentos terminaron por ser reducto de la tradición. Los libros adoptan ya desde el siglo XV, como producto de la nueva moda, la letra humanística, que es trasunto de la carolina, tan clara y legible.
Letra semiuncial romana
Se ha apuntado un posible origen en los colofones y notas marginales de los libros escritos con letra uncial. No llegó a liberarse de su condición humilde y así la uncial se siguió utilizando para libros de gran categoría. Su carácter de escritura generalizada en la producción de libros no se remontaría a sus orígenes en el siglo III, pues empezó estando restringida a las cartas y documentos, para pasar a ser utilizada en el siglo V como caligrafía minúscula, es decir más cuidada que la cursiva, redonda y vertical. En cualquier caso no se constituyó en letra oficial de la Iglesia hasta el siglo VI. Se extendió por toda Italia y el sur de Francia, y aún llegó a Inglaterra, posiblemente de la mano de San Agustín de Canterbury. La semiuncial romana mezcla las minúsculas con las mayúsculas, utilizadas estas para las letras de inicio, siendo versio
nes agrandadas de las minúsculas del texto o, en otros casos, iniciales y capitales rústicas. Las abreviaturas siguen el mismo sistema de la escritura uncial, diferenciándose, sin embargo de ésta en que, inicialmente la escritura es continua, si bien más tarde se dejará un intervalo. Pero las ligaduras son frecuentes, en razón de parejas que pueden tener continuidad en sus caracteres constitutivos, siendo en cualquier caso reconocibles las dos letras. Para los cambios de párrafo se utiliza una letra al margen que lo señala, aunque a veces simplemente se marca con una letra agrandada a modo de capitular.
La tendencia más pronunciada es a agrandar el espacio interlineal y en congruencia con ello, dar un tratamiento muy artificioso a los trazos ascendentes. Las letras tienen forma redondeada lo cual no impide que sean abiertas al principio para ir cerrándose posteriormente.
Letra visigótica
Tiene dos formas: la cursiva de los documentos, y la minúscula de los libros, ambas hijas de la semiuncial. De la primera se tiene constancia al final del período visigodo en pizarras tardías y en notas marginales de códices y documentos. Su vigencia en los documentos es más limitada que en los libros, sobre todo los religiosos, custodios de la tradición, y únicamente en los centros mozárabes andalusíes se mantiene hasta el siglo XII y aun allí sólo para notas y añadiduras. La visigótica minúscula es de uso común hasta principios del siglo XII en el noroeste de la Península, aguantando más tiempo en otros círculos.
Los visigodos utilizarán la nueva romana, pues el alfabeto ulfilano (asociado al obispo Ulfilas, que lo ideó para transcribir la Biblia tras la conversión de los godos al arrianismo en el siglo IV) pronto quedó reducido a los documentos religiosos arrianos hasta la conversión de Recaredo en 587. Mabillon (siglo XVII) creyó que la visigótica había sido creación de los visigodos, pero parece que su escritura nativa fue el ulfilano que era una adaptación del griego con adición de letras rúnicas y romanas. De ahí que la letra visigótica no fuera una idea original y acusa, además, una fuerte influencia islámica dado que se desarrolló principalmente con posterioridad a la invasión. Esto es especialmente visible en las letras capitales usadas como iniciales y en los títulos, que están profusamente adornadas.
La escritura visigótica es fácilmente legible, en parte porque las letras están separadas por un espacio en blanco, aunque las ligaduras son frecuentes entre la “e” y la letra que sigue, y también en el caso de la preposición con su régimen. Las abreviaturas conforman un sistema característico, extraño al de otras escrituras europeas, y su rasgo repetido más visible es la línea superpuesta ondulada. La línea oblicua que corta al último trazo de una consonante indica la falta de “um”, “ur”, etc. Cuando el trazo suspendido se parece a la “s” y se coloca a modo de exponente, sustituye a “us” o en el caso de la “q” a “que”. El mismo trazo hacia abajo sustituye a “is”. Pero lo que puede llevar a confusión, por el uso diferencial de las abreviaturas, es el signo para “per”, que es el mismo que en otras escrituras representa a “pro”. También la reducción de “qui” utiliza el signo que otras utilizan para “quod”.
Letra carolina
Su origen es muy discutido, y mientras algunos autores lo sitúan en Italia o Roma y otros en Francia, los hay que opinan que la letra carolina no es fruto de un centro en particular, sino de un vasto movimiento cultural, aunque no extraña que la letra carolina llegue en el siglo X a Cataluña dado el establecimiento de la Marca Hispánica por el Imperio Carolingio. Pero una escritura que llegó a ser de uso común en toda Europa occidental, no podía ser del todo homogénea, y así se habla de la carolina del norte y de la del sur, esta última muy influida por la escuela italiana. El éxito de la carolina se debió a la fácil lectura que ofrecía, con letras de trazado claro redondas y abiertas, con un cuerpo pequeño en comparación con los astiles que salían mucho de la caja del texto. Además las letras no se pegaban unas a otras, generándose pocas ligaduras. Entre las abreviaturas, pocas, la más característica era la eliminación de la ¨m¨ representada por medio de un trazo horizontal sobre la vocal. El espacio interlineal era grande. Pero con el tiempo la letra se vuelve menos regular, ya casi desde el siglo X, inclinándose los ascendentes hacia la derecha. En el siglo siguiente estos trazos terminan en forma de horca, y para el siglo XII las letras se vuelven más angulosas y más pegadas unas a otras, perdiendo el texto claridad.
Letra gótica
Así llamada por los humanistas italianos, en referencia a una letra no romana y por tanto bárbara. Sus coetáneos se refirieron a ella como la escritura moderna, en contraposición a la antigua romana. Su implantación se produjo durante el siglo XIII, aunque ya en el siglo XII hay manuscritos en escritura gótica producidos en Francia, y se mantuvo, de forma general, hasta el siglo XV. Se clasifica siguiendo criterios formales en letra para escritura de libros y cursiva, pero también pueden apuntarse tipos regionales. Así la gótica italiana, tiende a ser redonda y fácilmente legible, mientras la germana tiene líneas quebradas y finos terminales.
Del contexto general en que surge, ya hemos apuntado que es cuando la red de universidades vuelve a implantar el comercio del libro. Pero deben añadirse dos condicionantes, como son la búsqueda de la economía del folio, que se logra con la multiplicación de las abreviaturas, la reducción de los astiles, con trazos descendentes y la contracción de la letra. En segundo lugar la pluma tiende a cortarse, de forma oblicua a la izquierda, siendo entonces característico el trazo horizontal y vertical grueso y el oblicuo fino y tenue.La letra característica es la “s” alta para las letras iniciales o las intermedias, teniendo la final una forma parecida a un 8. Además es con esta letra con la que se empiezan a diferenciar algunos caracteres que antes se confundían, como la “u” vocal y la “v” consonante, o la “j” y la “i”, además de introducirse en el alfabeto la “w” y la “z”. Respecto de la letra “i” hay una tendencia a marcarla con algo parecido al punto de nuestros días. Finalmente también es importante la clara diferenciación que se establece entre los alfabetos mayúsculo y minúsculo.
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