Descripción general
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INTRODUCCIÓN
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De una manera genérica, estudiamos en la fase del arte visigodo todas las manifestaciones artísticas desarrolladas en la península ibérica desde la creación del reino visigodo en España, en el año 456 cuando el rey Teodorico desbarata a los suevos en Astorga y la mayor parte de la Hispania romana queda bajo la dominación visigoda, hasta que en el 711 y después de la batalla del río Guadalete prácticamente toda la península pasó a estar dominada por los musulmanes. Incluso, dado su interés para nuestro estudio, tenemos en cuenta en esta fase los monumentos más importantes del arte paleocristiano a partir de la mitad del siglo IV, incluidos los existentes en las Islas Baleares, que nunca fueron ocupadas por los visigodos.
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CARACTERÍSTICAS GENERALES
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Antes de pasar a efectuar en las páginas siguientes un estudio monográfico de los monumentos más importantes de esa época que aún se conservan, que suelen encontrarse en zonas rurales aisladas, pues las situadas en núcleos importantes han desaparecido casi totalmente en la época de la dominación árabe o, posteriormente, para ser sustituidos por otras construcciones románicas o góticas en los lugares donde los estamentos religiosos tenían los suficientes recursos económicos para poder “ponerse a la moda”, vamos a hacer un breve repaso por épocas y estilos de las distintas etapas que se fueron sucediendo en el arte visigodo basándonos principalmente en su arquitectura.
Durante todo el siglo V, en el que se produjeron las
invasiones, parece muy poco probable que ni en los asentamientos de los bárbaros
ni en los núcleos hispano-romanos florecieran nuevos estilos artísticos. Los
visigodos eran hasta entonces un pueblo nómada sin ninguna tradición
arquitectónica y estaban dedicados a asegurar sus conquistas. En cuanto a los
hispano-romanos, asentados principalmente en el este y el sur de la península,
no parece que sufrieran demasiado al pasar del dominio romano al visigodo,
manteniendo las mismas estructuras administrativas, religiosas y sociales y, de
la misma forma, en el área de la creación artística también mantienen el estilo
paleocristiano, heredero directo del romano, que existía desde el siglo III y
del que pueden ser muestras significativas en España un conjunto de basílicas de
tipo clásico, construidas entonces en esa zona y en las Islas Baleares, de las
que nos quedan sólo los restos de sus plantas en excavaciones, y los mausoleos
de Centcelles, de gran interés porque es el único edificio de ese periodo que se
conserva en pie, y de La
Alberca que es la construcción de doble bóveda más antigua
que se conoce en España, a la que seguirán en siglos posteriores otros
monumentos con esta misma característica como Santa Eulalia de Bóveda en
Lugo, la Cripta de San
Antolín en la Catedral de Palencia o la Cámara Santa de la
catedral y Santa María del
Naranco en Oviedo. De todas formas, del arte paleocristiano quedan
muy pocos restos en nuestra península y su importancia es mayor por la
influencia que se refleja en monumentos posteriores que por los vestigios que
han llegado hasta nuestros días.
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Durante esos 73 años, en esta zona del sudeste
español debió ser bastante importante la influencia cultural de Bizancio y es
indudable que se reflejó en las construcciones de la época, de las que nos queda
casi intacto únicamente elBaptisterio
de Gabia Grande, cerca de Granada, cubierto por cúpula
semiesférica y con restos de decoración en mármol, vidrio, ónix y figuras
recortadas en placas planas de piedra, estilo que recuerda al de los canceles
aparecidos en la basílica de Elche, de la misma época y de la que sólo queda la
planta con un magnífico mosaico con inscripciones griegas. Tanto el tipo de
decoración como las formas de cobertura a base de bóvedas se reflejarían
posteriormente en las construcciones visigodas. -
La característica principal de estas iglesias,
que eran generalmente de planta basilical, es la existencia de dosábsides
contrapuestos, lo que obliga a que las puertas de entrada a la basílica estén
situadas en los costados, en los que habitualmente había pórticos adosados que a
veces se utilizaban para enterramientos y que tenían el baptisterio en un
compartimento exterior a la basílica. Esta estructura se puede observar en
muchas de las plantas que se han excavado en todo el sur y el oeste de la
península, entre las que podíamos destacar las de La Cocosa y Casa Herrera en
Badajoz, San Pedro de
Alcántara en Málaga y Torre de Palma en Portugal.Fue a partir de estas construcciones que el
estilo visigodo empezó a evolucionar buscando una concepción de los volúmenes
totalmente diferente a la existente hasta entonces, basada en el tipo basilical
romano, y que acabaría en las magníficas iglesias cruciformes de la última mitad
del siglo VII.
Son aún del siglo VI y de parte del VII algunas iglesias,
situadas en la franja central de la península, en las que se observa un intento
de modificación de las plantas basilicales, fundamentalmente en las cabeceras, a
las que se añade una especie de seudocrucero y cuya estructura indica la búsqueda de un
espacio interior para el culto muy diferente al que existía en las basílicas
clásicas y que acabaría llevando a las iglesias cruciformes. Dentro de este
grupo son del siglo VI, es decir correspondientes al rito arriano las de Cabeza de Griego y la de Recópolis y ya del siglo
VII, por lo tanto de clara adscripción cristiana, San Juan de Baños, de tipo
basilical con tres naves y tres ábsides situados de una forma muy original y Santa Lucía del Trampal en
Cáceres, muy semejante a la anterior en cuanto a su cabecera. Desgraciadamente
la construcción en el siglo VI fue muy pobre, a base de mampostería y ladrillo y
quizá por eso de estas iglesias sólo nos ha quedado las trazas de las plantas,
pero sin ninguna construcción completa para poder estudiar el tipo de estructura
que tenían. Por los restos encontrados se puede ver que la decoración, a base de
capiteles imitando el estilo corintio y canceles y placas decoradas, generalmente con dibujos
geométricos tallados siempre a dos planos, era rica pero de una técnica muy
sencilla. Sin embargo algunas del siglo VII, como veremos, de una técnica tanto
de construcción como de decoración muy superior, nos han llegado en mucho mejor
estado.
Es a mediados del siglo VII cuando el arte visigodo alcanzó su mayor
esplendor, truncado por la invasión árabe. Sólo gracias a que se han encontrado
algunas iglesias de esta época, situadas en zonas alejadas de los grandes
núcleos de población, podemos hacernos una idea del esplendor a que debió llegar
la arquitectura en las ciudades importantes, en las que sólo quedan algunas
muestras de decoración encontradas en excavaciones o aprovechadas en
construcciones posteriores como sucede en Toledo, Mérida y Córdoba, tres de las
ciudades más significativas de la España visigoda.
En esta época fructifican todos los intentos
anteriores para encontrar un estilo definido, totalmente diferente a los ya
descritos en cuanto al tipo de iglesia, estilo que posteriormente sería
desarrollado a partir del siglo XI en la arquitectura románica.
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En la técnica de construcción se observa un gran
avance respecto a los dos siglos anteriores, sustituyendo generalmente la
mampostería por el uso de sillares pequeños, muy bien labrados, colocados en
hiladas horizontales, evitando las juntas seguidas verticalmente y, como se ha
podido comprobar en el traslado de San
Pedro de la Nave, utilizando a veces grapas de madera entre los
sillares para conseguir una mayor firmeza del conjunto. Generalmente las
ventanas suelen ser estrechas y con gran derrame. -
Mención aparte merece la que podemos considerar
como característica más importante del arte visigodo del siglo VII: la
utilización del arco de
herradura. Es necesario destacar que este tipo de arco no parece ser
consecuencia de ninguna influencia exterior, sino una aportación totalmente
autóctona, pues ya en la época romana aparece como decoración en estelas como la
de Flavo, que se encuentra en el Museo Arqueológico de León; incluso la puerta
de Santa Eulalia de
Bóveda, unos dos siglos anterior a las iglesias cruciformes, tiene
un arco de herradura de perfectas proporciones, lo que hace desechar la
posibilidad de una importación posterior a ella.
Existen grandes diferencias entre estos arcos y
los que se observan en los edificios árabes posteriores, entre las que podríamos
destacar como más importantes el hecho de que el intradós esté
prolongado aproximadamente en un cuarto de radio mientras que el trasdós
cae verticalmente a partir del centro, lo que indica que la prolongación
en herradura existe únicamente por motivos puramente decorativos porque todo el
esfuerzo es soportado por el trasdós, que las dovelas convergen
siempre hacia el centro y que no sea general la existencia de clave central del
arco. Otra característica interesante es que las impostas
estaban empotradas en el muro con el extremo soportado por una o dos
columnas adosadas a éste, pero nunca entregas.
Son dignos de mención por sus perfectas
proporciones los arcos de
San Juan
de Baños, tanto los de separación de las tres naves como el del
ábside central y el del pórtico. También lo son las magníficas bóvedas de cañón
en forma de herradura de San Pedro de
la Nave que terminan en los cuatro arcos torales que soportan el cimborrio
pero el más interesante de este tipo es el magnífico arco triunfal de la
ermita de Santa María de Quintanilla
de las Viñas, soportado sobre doble imposta sin capiteles y con
una extraordinaria decoración.
El empleo del arco de herradura no estaba
limitado a los edificios religiosos, ya que también aparece en algunas
construcciones civiles de la época que se han conservado, como la Puerta de
Sevilla en Córdoba o el Puente de Pinos en la provincia de Granada.
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En cuanto a la forma de la planta de las iglesias de este periodo, se pueden distinguir dos grupos muy diferenciados:
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Iglesias de transición. En este grupo
incluimos las edificaciones ya referenciadas del siglo VII que, conservando
todas las características constructivas y decorativas de la época, se pueden
encuadrar entre las que pertenecen a una etapa de búsqueda de nuevos tipos de
cabecera para las plantas basilicales como las ya referenciadas de San Juan de Baños y Santa Lucía del Trampal.
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Iglesias cruciformes. La
primera edificación de este tipo que conocemos es el Mausoleo de San Fructuoso de
Montelios en Braga (Portugal), construido por el propio Fructuoso,
que debió tener noticias muy exactas del Mausoleo de Gala Placidia y la iglesia
de San Vital en Rávena y repitió en su propio mausoleo la misma estructura de
cruz griega de la primera, pero con un espacio interior inspirado en San Vital.
Se puede considerar que en este diseño de planta los arquitectos visigodos
encontraron la solución a todos sus intentos de transformar la forma de sus
iglesias, al menos de las situadas fuera de las ciudades principales,
sustituyendo la planta basilical a la que habían intentado añadir diversas
formas de cabecera, por la planta en forma de cruz, que posteriormente se
extendió por toda Europa con el arte románico.Las plantas son generalmente en forma de cruz
latina, con la nave de crucero de la misma altura que la principal y torre de
crucero sobre la intersección de ambos. Las cubiertas son ya normalmente a base
de bóvedas de cañón sobre arcos de herradura y parece bastante común la
existencia de un ábside exterior en el testero, siempre orientado al este, y un
pórtico en el costado oeste protegiendo la puerta principal.Dentro del grupo de iglesias cruciformes se
podrían distinguir dos épocas: en la primera, formada por Santa Comba de Bande, San Pedro de la Mata y en el
que también incluimos Santa María
de Melque, que aunque ha sido considerada durante mucho tiempo como
mozárabe, actualmente existen pocas dudas respecto a su origen visigodo dada su
gran similitud con las otras dos. En ellas la planta es una cruz con una sola
nave y tiene adosados a los costados de la misma pequeños compartimentos,
posiblemente posteriores porque, aunque todas ellas tuvieron inicialmente un
origen funerario, después se utilizaron como iglesias monacales, mientras las de
construcción posterior se construyeron directamente para este fin. En esta
segunda fase se incluyen San Pedro de
la Nave, Santa María de
Quintanilla de las Viñas y San Giao de Nazaré que,
conservando la estructura básica en forma de cruz, son ya originalmente de tres
naves, estando las laterales distribuidas en pequeños compartimentos
independientes, posiblemente utilizados unos para funciones específicas del
culto y otros como celdas de monjes inclusos.
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Evidentemente, de esta última época del arte visigodo nos han llegado, además de iglesias de estos dos tipos, otras con características menos definidas, lo que hace difícil encuadrarlas en uno de ellos, como la Cripta de San Antolín en la Catedral de Palencia ó San Pedro de Balsemao. Además tenemos noticia histórica de muchas otras construcciones en las grandes ciudades de las que sólo quedan restos de decoración reutilizados en otros edificios posteriores, pero de las que debemos suponer que tendrían un objetivo distinto, serían de un tamaño muy superior y, por lo tanto, de una estructura muy diferente al de las iglesias rurales que han llegado hasta nosotros. Basta observar que la basílica de Cabeza de Griego, con una planta de 48m de longitud y 26 de anchura, es con gran diferencia la mayor que conocemos de esa época y coincide con que es la única que estaba situada en una sede episcopal, aunque no de gran importancia.
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PERIODOS Y ESTILOS
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Es evidente que nos encontramos en un periodo muy difícil de analizar, debido a múltiples causas entre las que debemos destacar las siguientes:
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La falta de referencias históricas de casi todos
los monumentos estudiados y la desaparición de casi todos los edificios de esa
época de los que nos ha llegado alguna noticia. -
La imposibilidad de definir algún conjunto
concreto de características, quizá excepto la casi común utilización del arco de
herradura, que puedan asimilarse a todo el periodo o a alguno de los posibles
estilos en él existentes. Tanto la forma de las plantas, como la técnica de construcción, las formas de
abovedamiento o los tipos de decoración, van variando y entrecruzándose de una
forma no homogénea ni ordenada, lo que ha impedido, al menos hasta ahora definir
arquetipos fiables que ayuden a catalogar los monumentos. Este problema es tan
complejo que incluso existen dudas sobre si determinados edificios son visigodos
del siglo VII o mozárabes del IX ó el X, ya que en ambas fases los constructores
actuaban sin ningún tipo de norma previa, utilizando los elementos técnicos y
artísticos conocidos en su momento sin necesidad de atenerse a modelos
concretos. -
La desaparición de lo que suponemos serían los
edificios más importantes de la arquitectura visigoda que podrían habernos
ayudado a entender el conjunto disforme de restos que nos ha llegado: los
situados en las grandes ciudades, de los que sólo nos han llegado noticias y
alguno restos de decoración. Un caso muy significativo es la existencia de gran
cantidad de pilastras con una magnífica decoración vegetal y
geométrica considerada del siglo VII, pero no nos ha llegado ningún edificio
visigodo con pilastras y sólo un caso de pilastra con decoración de figuras
humanas y se encuentran prácticamente destruidas.
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No obstante es evidente la necesidad de agrupar, por periodos, por estilos o por ambos, al menos los monumentos más significativos que han llegado hasta nosotros, aunque sea sin una total garantía de acierto. Debido a ello adjuntamos en este estudio una posible agrupación de los mismos, basada en las principales características de cada una de las tendencias o estilos descritos en el apartado anterior, contrastándola y completándola con la datación de los pocos en que es conocida y con los parámetros históricos y geográficos más significativos:
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ANTERIORES AL SIGLO VII
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Como hemos indicado, tanto en cuanto a su
estructura como a los conocimientos geográficos e históricos – pulsar mapa
adjunto para ampliarlo – generalmente aceptados, se pueden distinguir los
siguientes estilos: -
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Paleocristiano. Dentro de este grupo se
consideran los dos mausoleos de Centcelles y de La Alberca y un conjunto de
basílicas de tipo clásico, todas ellas de una o tres naves y con uno o tres
ábsides, situadas en el levante y el sur de la península: Baleares, Cataluña,
Levante y Extremadura. Es interesante destacar que todas ellas están situadas en
la zona de España más romanizada, donde se mantuvo casi sin variaciones la
estructura administrativa, religiosa y social existente antes de la caída del
imperio. Mención aparte merece el interesante edificio de Santa Eulalia de Bóveda, de
este periodo pero no asimilable a ningún grupo. -
Bizantino. Aunque existen dudas sobre su
origen, en principio podemos encuadrar en este grupo, tanto por sus restos de
decoración como por su situación en la zona de dominación bizantina en la época
de su supuesta construcción, varias basílicas de planta clásica como las de
Elche, Játiva y quizá la de Aljezares y, sobre todo el Baptisterio de Gabia Grande. En
este caso su estructura también nos anima a considerarla bizantina. -
Norteafricano. Si se acepta la existencia
de dos ábsides contrapuestos como elemento diferenciador de las iglesias
construidas por los cristianos que llegaron desde el norte de África, parece
seguro que se establecieron en Extremadura y el sudoeste de Andalucía, donde se
ha encontrado un conjunto importante de restos de este tipo. Otra característica
muy habitual en estas iglesias es la existencia de un baptisterio exterior. -
Iglesias de transición. Mientras todos los
grupos anteriores corresponden a construcciones, de las que no tenemos ninguna
información histórica pero que sabemos que estaban situadas en la zona
hispano-romana y, por lo tanto, eran de adscripción cristiana, de las dos de
este grupo, las de Cabeza de
Griego y Recópolis, situadas en la
franja central de la península, sí tenemos suficiente información para datarlas
y saber que fueron construidas por los visigodos y que pertenecieron al rito
arriano. En ambos casos se modifica la basílica clásica añadiendo una especie de
seudocrucero, quizá debido a características especiales de este rito.
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CONSTRUCCIONES DEL SIGLO VII
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Situadas en la franja central de la
península, es decir, en la de mayor influencia de la administración visigoda,
forman el conjunto más conflictivo, ya que por su tipo de construcción, de mucho
mayor calidad que las anteriores, y porque algunas de ellas han llegado hasta
nosotros en buen estado, fueron consideradas durante mucho tiempo por los
estudiosos europeos como posteriores al siglo IX. Fue Gómez Moreno, el primer
gran especialista español en arte altomedieval, quien en la primera mitad del
siglo XX las clasificó como visigodas del siglo VII. Aunque sigue estando en
cuestión la datación de algunas, o incluso de todo el grupo, nosotros aceptamos
su adscripción al arte visigodo del VII, ya que de tres de ellas tenemos una
datación bastante segura y, según ya hemos explicado, existen muchas
coincidencias entre ellas, como el tipo de construcción, la utilización del arco
de herradura o el tipo de decoración. Además nos parece imposible que las cuatro
situadas en territorio que fue árabe hasta el último tercio del siglo XI –
pulsar mapa adjunto para ampliarlo – fueran construidas o reconstruidas en la
época mozárabe. Por la forma de su planta distinguimos en este grupo dos tipos
de iglesias, todas ellas posteriores a la conversión de Recaredo y, por lo
tanto, pertenecientes al rito cristiano.-
Iglesias de transición. En ella incluimos
cuatro edificios. dos de difícil clasificación y las dos iglesias del siglo VII
cuya planta, de forma basilical con cabecera de tres ábsides separados y
seudocrucero, parece continuar la búsqueda de espacios de culto muy diferentes a
los generados en las basílicas clásicas. En relación con este tema, creemos que
un estudio en profundidad de las diferencias entre el culto en la época
paleocristiana, el de las comunidades monacales norteafricanas, el arriano y el
visigodo cristiano sería fundamental para poder interpretar la arquitectura de
esta fase. -
Iglesias cruciformes. Conjunto de
iglesias, todas ellas situadas en entornos rurales, que nos presentan la
evolución desde la planta cruciforme pura de un monumento funerario como San Fructuoso de Montelios
hasta las plantas más complejas alrededor de una estructura cruciformes
utilizadas en las últimas iglesias monacales. Sobre este grupo es interesante
destacar la gran importancia que tuvo la vida monacal en los últimos años de la
monarquía visigoda de la que nos han llegado noticias de muchos santos ermitaños
que se retiraron desde una situación de cierta importancia en la sociedad
visigoda para crear comunidades monacales de las que quedan interesantes
construcciones altomedievales y tradiciones de culto muy significativas, como
San Frutos (Duratón, Cueva de Siete Altares), San Millán (San Millán de Suso) o
San Fructuoso (San Pedro de Montes, Valle del Silencio).
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