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VALENCIA LA VELLA

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Entorno histórico

El patrimonio arqueológico hispánico aún es una fuente de grandes sorpresas a inicios del siglo XXI. El asombro es que nos referimos a un yacimiento extenso, de unas 5 hectáreas urbanizadas sobre una terraza elevada y escalonada entre la ribera derecha del río Túria y el Barranc dels Clavills, sólo accesible desde el lado occidental, que se ubica a unos escasos 16 km de la ciudad de València, aproximadamente en el centro de la tercera área metropolitana de España. Se trata de una ciudad visigoda que está llamada a ser un referente de una etapa histórica aún demasiado invisible de nuestro imaginario colectivo.

A mediados del s. VI surgió un nuevo asentamiento fortificado de cierta extensión, València la Vella. Su construcción, ex novo, supuso un gran esfuerzo edilicio. Además del gran recinto amurallado se han localizado tres barrios, varios edificios públicos en la parte baja y otro en la ciudadela. Debió ser el  centro del poder de la provincia Carthaginensis en los siglos VI y VII.

El yacimiento se abandonó a finales del s. VII o inicios del VIII. Al mismo tiempo, se creó otro núcleo monumental, el importante centro de poder de Pla de Nadal, a unos 2 km. de València la Vella. Su elemento más notorio fue el gran palacio de patio central, pero los diversos edificios que van apareciendo a su alrededor, indican que sería un complejo aún por delimitar. València la Vella debió servirle de cantera.

València la Vella, ya mencionada en documentos de archivo y en novelas de los siglos XIV y XV, era solo una evocación literaria del pasado hasta que, a finales de la década de los 70 del siglo XX, su zona oeste fue arrasada y rebajada con maquinaria pesada para levantar un puente de la Renfe. No existía un marco de protección y los hechos dieron lugar excavaciones de urgencia entre 1978 y 1980, realizadas por el Servei d’Investigació Prehistòrica (SIP) de la Diputació de València, en colaboración con la Universitat de València.

Desde 2016, el Ayuntamiento de Riba-roja de Túria y el Institut Català d’Arqueologia Clàssica impulsan un proyecto de investigación en base a excavaciones arqueológicas y cursos formativos de verano. Los resultados obtenidos permiten, pese a estar aun en una fase incipiente, ser optimistas y plantear que la entidad y el nivel de conservación de València la Vella harán de este enclave un protagonista muy importante en la investigación y la socialización de la arqueología visigoda de los próximos años. No sólo por su capacidad de generación de conocimiento, sino por hallarse imbricado en la red de comunicación del área metropolitana. Además, este núcleo se halla dentro del parque natural del rio Túria y goza de una doble protección urbanística (BIC y normativa específica del parque) e interés patrimonial: histórico y natural.

Descripción


València la Vella aun es, en parte, una gran incógnita de la arqueología valenciana. Por la enorme visibilidad y extensión del conjunto amurallado se había interpretado como un lugar significativo. Inicialmente, sus vestigios se asociaron con alguna ciudad ibérica, púnica o romana mencionada en las fuentes clásicas, especialmente Pallantia. Las excavaciones del SIP desestimaron esas hipótesis. Posteriormente, Miquel Rosselló precisó su cronología en el período visigodo, tal como han corroborado las recientes actuaciones.


La nueva documentación topográfica, más recientes hallazgos arquitectónicos y estratigráficos han aportado suficiente información para introducir València la Vella en el debate científico sobre los procesos urbanos de nueva creación y la geopolítica del área valenciana y del conjunto de la Hispania Visigoda. En el actual estado incipiente de la investigación, de momento, las preguntas superan con creces a las respuestas.


Fue un enclave estratégico protegido por murallas y defensas naturales, controlando un paso del río próximo, más la vía terrestre que seguía el curso fluvial, camino natural de comunicación entre la costa y el interior.



Las murallas son su rasgo más característico. El levantamiento topográfico indica un perímetro aproximado de 1 Km. Su trazado, ligeramente trapezoidal, se adaptaba a una terraza fluvial en pendiente desde el escarpe del río, del que sobresalía entre 24 y 41 m. Está fabricada con un doble paramento de mampostería trabada con mortero de cal y, en su interior, un ripio de amasijo de cal pobre, margas naturales descompuestas y piedras. Llega a alcanzar un alzado máximo conservado de 3 m y su anchura oscila entre 1,80 y 2,00 m. El recinto estaba reforzado por numerosas torres cuadradas de similar aparejo. Medían 3 x 3 m y sus muros trababan con los paramentos de la muralla. Se han identificado nueve torres y calculado un número teórico mucho mayor, otras nueve sólo en la parte meridional. Son estructuras macizas de igual relleno que los lienzos de la muralla. No aparecen evidencias de spolia de edificios romanos, ni siquiera en las esquinas de las torres.


Todo indica que la puesta en obra de las murallas, así como su emplazamiento, siguió estrictos parámetros militares. Todos los materiales, piedras y margas, proceden del entorno, pródigo en canteras hasta la actualidad. La principal zona excavada muestra una especie de intervallum separando las viviendas/talleres de las defensas, e incluso se contempló, de forma unitaria al levantamiento de la muralla, una escalera interna de acceso al paso de ronda. Una pequeña calle perpendicular se dirige a una de las torres. Asimismo, la principal vía de llegada a la ciudad transcurre de forma paralela a la muralla, incrementando la indefensión de quien pretendiera entrar en caso de conflicto. Todo sumado, indica una organización espacial y constructiva considerable.


Hipotéticamente, se considera la construcción de perímetro amurallado como una obra unitaria y, quizás, ejecutada rápidamente. No hay evidencias de fases constructivas ni de spolia. En cambio, los edificios del interior sí que presentan, al menos, dos fases, y usaron profusamente sillares y elementos arquitectónicos que se expoliarían de la cercana y abandonada ciudad romana de Edeta, a 12 km.


En el extremo oriental del yacimiento, que es la zona más baja, donde tiene lugar la unión del barranco con el río, destaca un gran bastión de sillares, en gran parte destruido por una trinchera y un nido de ametralladoras de la Guerra Civil, que controlaba el camino terrestre y fluvial procedente de Valentia. El carácter de fortificación natural del yacimiento está resaltado por su fortificación en la Guerra Civil Española, de la que quedan bastantes restos de bunqueres, trincheras y galerías subterráneas.


Las excavaciones y prospecciones geofísicas señalan un urbanismo organizado, aterrazado y adaptado a la orografía natural. Tanto por la topografía, como por la reciente identificación de dos recintos internos, el asentamiento estaba dividido en tres zonas o “barrios”: el superior o ciudadela, que era una elevación alargada en forma de media luna, el intermedio, por debajo del anterior, y el inferior, el más extenso, que ocupaba la mitad oriental. Queda la incógnita del extremo occidental, arrasado a finales del siglo XX. Este lado, el único accesible desde el exterior, constituiría una de las entradas fundamentales y estaría a la misma cota que la parte superior de la ciudad, tal como indican las fotografías aéreas anteriores a 1978, por lo que formaría parte del barrio superior.


La parte superior, que da directamente a la escarpada ladera del río, sería una ciudadela. Estaba presidida por una gran construcción, en curso de excavación y delimitación, de la que se ha exhumado un amplio pavimento de opus signinum (mortero de cal con cerámica triturada). Su forma rectangular y orientación oeste-este ya se distinguía perfectamente en fotos áreas de 1976 y otras anteriores. Debió ser uno de los principales edificios, tanto por la posición dominante como por su buena entidad arquitectónica, de «construcción clásica», con muros de contención y pavimentos de buena factura y consistencia, sobre los que se han recuperado numerosas tegulae. Al lado este de esta estructura rectangular se aprecian los restos algo deteriorados en altura, por estar en la cúspide de una ladera, pero bien visibles en planta, de un espacio rectangular o cuadrado que se adhiere por ese lado a modo de ábside. Los sillares del ángulo sudoeste del edificio también son visibles entre un gran derrumbe de mampuestos.


Esta ciudadela elevada, que topográfica y visualmente domina todo el yacimiento, estaba delimitada por un recinto interior, del que se están empezando a identificar varios de sus paramentos, incluida alguna posible torre, cuyo estudio se ha visto dificultado por la abundante vegetación intrusiva existente.


La mitad occidental del asentamiento, por debajo directamente de la ciudadela, es una zona intermedia en pendiente suave, regularizada y organizada en espacios posiblemente simétricos, compartimentados por muros periféricos de mampostería. Está delimitada en su extremo inferior por una potente muralla de dimensiones similares a la exterior. Pudo ser un amplia área productiva y residencial, en la que se han encontrado silos, pequeños hornos y vestigios de fabricación de vidrio.


En el centro de la parte meridional, junto a otra entrada principal, la geofísica ha identificado una gran explanada de 60 (este-oeste) por 30 metros (norte-sur), interpretada como la plaza cívica de recepción y redistribución hacia el interior del yacimiento. A su alrededor se conocen dos relevantes edificios detectados entre 1978-80. Uno es una estructura de planta rectangular de 25 x 7 metros, con cuatro departamentos y excavado en su totalidad. Se halla dispuesto perpendicularmente en el costado oriental de la plaza, próximo a la muralla y a la puerta meridional. Sus muros eran de mampostería trabado con mortero de cal y gravilla, mientras que sus esquinas, jambas y umbrales se conformaron con grandes sillares prismáticos de caliza azulada y labrado romano.


Al norte, aunque apenas se asoma por un sondeo, y por algún escondido sillar alienado, hay otro gran edificio paralelo a la plaza, como da a entender el gran túmulo de 50 metros de largo y 20 de ancho que ocupa todo este lado. Solo se ha exhumado una pequeña parte, un tramo del muro exterior, que se hizo con la técnica constructiva del opus africanum, en la que grandes sillares verticales se alternan con mampostería, y es típica de construcciones públicas monumentales, como sería esta. Sus sillares, expoliados de construcciones romanas, también son de calcárea dolomítica gris-azulada de la cercana Sierra Calderona, característicos de EdetaSaguntum y Valentia en la época del Imperio Romano.


En la aguda pendiente sobre el río, por debajo del recinto septentrional, irregularmente conservado, hay algunos tramos discontinuos de lo que parecen ser las paredes de un canal de opus caementicium de una especie de acueducto que circunda el yacimiento por este lado. Aún está por realizar un estudio de detalle, algo complicado por la espesa vegetación y la empinada pendiente, que ha provocado tanto su invisibilidad como que se hayan producido desprendimientos de buena parte de su recorrido.


A pesar de hallarnos en un estado preliminar del proyecto, ya se dispone de datos importantes sobre aspectos fundamentales, como su fecha de fundación, establecida a partir del 560/570 gracias a las cerámicas recuperadas en los niveles constructivos asociados a la muralla, a las que hay que añadir una moneda del rey ostrogodo Totila (552) y 2 tremisses de Leovigildo, que son la principal referencia post quem. Las cerámicas del nivel de ocupación indican que el apogeo y la mayor parte de actividad se desarrollaron en el s. VII. El abundante numerario, más de 300 piezas, con una abundante representación bizantina y, sobre todo, una gran cantidad de minimi, apuntan a una activa economía monetaria.


No hay evidencias destructivas. Todo indica que su abandono fue progresivo y que tuvo lugar entre finales del VII e inicios del VIII. Ello apunta a que los dos grandes yacimientos visigóticos de Riba-roja de Túria, València la Vella, de categoría urbana, y el conjunto presidido por el palacio de Pla de Nadal, no fueron coetáneos, sino consecutivos. Esta reciente propuesta, plantea nuevas perspectivas de análisis para comprensión de la transformación territorial con la llegada del islam en el 713.


València la Vella es un yacimiento excepcional y básico para reconstruir la historia del territorio valenciano entre los siglos VI y VIII. A partir de mediados del s. VI, es aquí donde se constata el mayor esfuerzo e inversión de esta zona, al tiempo que en Valentia se paralizó la actividad constructiva y apenas se constata en el s. VII. La construcción, ex novo, de València la Vella supuso un gran esfuerzo edilicio, sólo asumible desde la iniciativa pública. Queda la gran duda de conocer que entidad estatal esta detrás de la creación de este gran asentamiento fortificado. Siempre se había considerado la fundación de València la Vella obra del reino de Toledo y que, por su indudable carácter militar, formó parte esencial del sistema defensivo en un contexto fronterizo entre el mundo visigodo y el expansionismo bizantino. Todo ello en el escenario que siguió a la Renovatio imperii del emperador Justiniano. Según avanzan las excavaciones y aumentan los datos arqueológicos, que muestran cada vez más un urbanismo muy elaborado, se está empezando a vislumbrar otra posibilidad, que no es otra que la de dar la alternativa a otra hipótesis, la de suponer que fueron los romanos orientales los que crearon el yacimiento, que estaría en los límites del imperio y de la provincia Cartaginense.


Esta adscripción, sin embargo, sería efímera, entre 555 y 580, ya que en escasas décadas pasaría a manos visigodas.

En este contexto, la fundación de València la Vella fue un episodio muy significativo relacionado con la ocupación bizantina del sudeste hispano y, luego, con la reorganización del estado visigodo. Otros centros fortificados aparecen a “lado y lado de la frontera”, confirmando que, más allá de la permeabilidad humana, comercial y cultural, pudo existir una voluntad de estabilización y control de dichos límites o, más bien, áreas de influencia.


Estos indicios reflejan una dinámica constructiva importante articulada entorno núcleos defensivos propiciados por la invasión bizantina y la consiguiente reacción visigoda, especialmente en el reinado de Leovigildo. No es fácil atribuir la autoría inicial de las fortificaciones, así como identificar posibles cambios de propiedad.


En todo caso, la fundación de València la Vella fue el resultado de las transformaciones propias de un área de frontera. En este sentido, los hallazgos del Circo romano de Valentia se interpretan en relación con su incorporación al Imperio de Oriente a mediados del siglo VI, hecho que se complementaría con este nuevo gran centro fortificado a 16 km de distancia.


Solo la obtención de nuevos resultados en València la Vella o de nuevos contextos estratigráficos en Valentia permitirán avanzar en esta teoría que, de confirmarse plenamente, representaría un cambio sustancial en la percepción geográfica de la antigua provincia bizantina de la península Ibérica.


Albet Ribera para URBS REGIA


Otra información de interés

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Bibliografía

CALDÉS, Oscar. 2019. “Las monedas del yacimiento visigodo de Valencia la Vella (Riba-roja de Turia, Valencia)”. En El Temps dels visigots al territori de València, editado por E. Huguet y A. Ribera: 104-109. València: Museu de Prehistòria de València.
RIBERA, A.; ESCRIVÀ, M.I.; MACIAS, J.M. y ROSSELLÓ, M. 2020, “Los spolia en la formación del nuevo paisaje urbano en torno a Valentia durante los siglos VI al VIII”. Exemplum et Spolia. La reutilización arquitectónica en la transformación del paisaje urbano de las ciudades históricas. Mytra 7, P. Mateos; C.J. Morán eds., Mérida, 381-392.
Ribera, A. y Rosselló, M. 2011: « Valencia y su entorno territorial tras el 713: epilogo visigodo», 711. Arqueología e historia entre dos mundos. Zona Arqueológica 15, 85-102. Alcalá de Henares.
RIBERA, A.; ROSSELLÓ, M.; MACIAS, J.M. (2020), “Historia y arqueología de dos ciudades en los siglos VI-VIII d. C. Valentia y València la Vella”, Antigüedad y Cristianismo 37, Murcia, 63-106.
ROSSELLÓ, M. 2000. “El recinto fortificado de “València la Vella” en Riba-roja de Túria”. En Los orígenes del Cristianismo en Valencia y su entorno. Grandes Temas Arqueológicos 2, editado por Albert Ribera, 127-133. València.

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