SANTA MARIA DE TABARA

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Entorno histórico

El primitivo monasterio de San Salvador (Tábara, Zamora) fue construido sobre una pequeña loma, en las últimas estribaciones de la Sierra de la Culebra y junto al arroyo del Casal. Su fundación se debió a la iniciativa de dos monjes, San Froilán y San Atilano, que años después fueron nombrados obispos de León y Zamora, respectivamente. La fundación tuvo lugar a finales del siglo IX, después de la victoria de Alfonso III el Magno en la batalla de Polvoraria.

El monasterio pronto alcanzó un notable esplendor. Las crónicas recogen que estaba formado por una comunidad dúplice de más de seiscientos religiosos entre monjes y monjas, por lo que debió ser uno de los monasterios más poblados. No se sabe la causa por la que desapareció, pues después de aproximadamente un siglo de existencia deja de haber constancia de su funcionamiento. Se supone que pudo ser arrasado por Almanzor en una de sus aceifas (988), y que no se reconstruyó, aunque en 1099 figura como una de las propiedades de Elvira de León, hija de Fernando I, lo que muestra que en ese momento todavía tenía alguna actividad.

Fue durante su breve apogeo cuando el cenobio tabarense se hizo famoso por los libros que se copiaron e iluminaron en su scriptorium. La existencia del scriptorium en un cenobio refleja una desahogada situación económica y representa una interesante fuente de ingresos que siguió activa en cenobios como San Millán y Albelda (La Rioja); S. Pedro de Cardeña, 924 (Burgos); Valeránica (Burgos); Valcavado (Palencia); Tábara, 970 (Zamora); etc. Los ejemplares que se conservan están posiblemente entre los más bellos e impresionantes códices de todos los miniados en la Edad Media, especialmente los Beatos con ilustraciones “mozárabes” que impactan por su primaria expresividad en los que trabajaron el maestro Magius, su discípulo Emeterio, la miniaturista Ende y el escriba Senior. Destacan los llamados Beato de Tábara (968-970), del Archivo Histórico Nacional, y el Beato de Gerona, de la Catedral de Gerona.

La torre original del monasterio fue sustituida por la torre de la iglesia de Santa María, edificada en el siglo XII y en el mismo lugar, pero ya en estilo románico, con escalera embebida en el muro. Sus tres pisos de ventanales parece reproducir la obra antigua, ligera y pétrea como ella, alzada con ruda mampostería y algunas piedras talladas. Sin embargo no todo lo de aquel tiempo desaparecio, pues en el cuerpo bajo de la torre perduran ciertas partes de una estructura anterior. Además de retazos arquitectónicos, como algún capitel, permanece la puerta por la que se accede a la base de esa torre desde los pies de la iglesia, formada por un arco de herradura. El resto del templo es posterior, dedicado ahora a Santa María, con dos portadas románicas, una en cada fachada, y tres naves rehechas en época barroca. Durante la primera mitad del siglo XII el territorio de Tábara, incluyendo el monasterio, pasó a manos de la orden del Temple lo que provocó enfrentamientos entre el obispado y aquella orden. Hay constancia de la existencia de una encomienda templaria de tipo rural en este lugar a principios del siglo XIV, vinculada a la de Carbajales de Alba.

Ya en el siglo XVI y por mandato del monarca Carlos V, se estableció en Tábara la sede de un importante Marquesado, cuyos señores llegaron a poseer grandes posesiones por toda la comarca.

En el interior del edificio se encuentra el “Centro de Interpretación de los Beatos”, integrado en el evocador espacio de la Iglesia heredero de las numerosas iniciativas llevadas a cabo en las últimas décadas por el Ayuntamiento de Tábara, orientadas a la difusión y puesta en valor de este rico legado patrimonial. Centro de Interpretación que tuvo su punto de partida en la exposición Scriptorium– Tábara visigoda y mozárabe, inaugurada en el año 2001 bajo la dirección de Fernando Regueras y en la publicación de un libro monográfico sobre los Beatos, realizado por este investigador y por Hermenegildo García- Aráez.

Descripción

La actual iglesia parroquial de Santa María, se construyó, si tenemos en cuenta los distintos vestigios allí aparecidos, empleando materiales procedentes del ruinoso cenobio. De su actual fábrica, de época románica pero profundamente reformada durante el siglo XVIII (por mandato del Marqués de Tábara en 1761), sólo el cuerpo inferior de la torre podría reaprovechar parte de la primitiva construcción monacal; solo la torre y dos de su portadas se conservan de su fábrica medieval.


La torre, situada a los pies del templo y construida en pizarra y con aparejo de mampostería sencilla, presenta planta cuadrada articulada en tres alturas, separadas entre sí por sencillas impostas (listeles horizontales); al exterior en cada cuerpo se abren una serie de arcos de medio punto doblados decorados con una moldura sogueada que nos recuerda a los tiempos prerrománicos. Al interior, la actual torre, presenta una estancia central y una escalera construida en el interior del muro; a esta se accede desde el interior de la iglesia a través de un arco de ladrillo -que apenas insinúa la forma ultrasemicircular, sobre columnas- abierto en el lienzo este de la torre.


Muy conocida es la página del Beato de Tábara en la que se representa, junto a la torre monacal, con sus arcos de herradura y sus campanas, un scriptorium. La imagen muestra un scriptorium altomedieval, una construcción con techumbre inclinada, a una sola vertiente, cubierta de tejas (lo que los documentos del s. X denominaron edificios teliatos) y se articula en dos pisos, con dos estancias cada uno; concretamente aquella en la que trabajaban los escribas o copistas Emeterio y Señor parece ser que contaba con armadura de madera. En la otra estancia del piso superior un personaje se afana en el proceso de preparación del pergamino. Si la imagen reproduce o no el scriptorium tabarense es algo que por el momento desconocemos.


Lo que si pudieron reproducir los miniaturistas era la torre del monasterio de San Salvador de Tábara, “turre tabarense, alta et lapidea… coloribus iluminata”. Una torre con paramentos pétreos – ¿tal vez policromados? – de planta rectangular y cubierta a doble vertiente, probablemente en pares, dos a dos. Interiormente, y en altura, se articula en cuatro pisos, sin contar el bajo, un tanto desproporcionados, en el que encontramos un intrincado acceso laberíntico. La comunicación entre los pisos se realiza mediante una escalera de mano (una scala), como ocurre también en el edificio que cobija el scriptorium. En los pisos tercero y cuarto aparecen representados unos pequeños accesos, una especie de trampillas practicadas en el suelo por las que introducirían la scala. En el quinto y último piso sobresale una bertesca o voladizo, probablemente de madera y cubierto de tegulae, que permitiría recorrer exteriormente el perímetro del último cuerpo de la torre. Y sobre su cubierta, sobre el pinnaculum de esta, dos pequeñas estructuras cupuliformes cobijan sendas campanas o signi. Para tañirlas no era necesario llegar a este último piso ya que se podrían tocar desde abajo, actitud en la que aparece representado el personaje que nos encontramos en la parte inferior de la torre. Tanto su acceso laberíntico como su comunicación entre pisos mediante una escalera de mano sugieren, para la torre tabarense, una posible finalidad defensiva.


El edificio conserva dos inscripciones relativas a su construcción: una es del siglo X, donde se menciona el abad Arandisclo, y la segunda -que pertenece a la consagración de la iglesia el año1137, llevada a cabo por el Obispo Roberto de Astorga – se conserva junto al ingreso habilitado bajo el porche lateral. La primera podía relacionarse con un documento firmado por el obispo de Astorga, san Genadio, en el que indica que procedió a la restauración del monasterio de San Pedro de Montes (León) saliendo desde el monasterio Ageo (Ayoó de Vidriales, Zamora), regido por el abad Arandiselo o Arandisclo. Pues bien, este es el nombre que figura en la inscripción tabarense. Aunque sólo se trate de una conjetura, algunos autores sugirieron hace ya tiempo que este abad podría ser el Arandisclo (o Arandiselo) que aparece en el epígrafe – ahora descontextualizado – ubicado en el muro exterior del pórtico mármol blanco (0,77 x 0,25 m.) que viene a decir: «+ En honor del Salvador y Señor Jesucristo, aunque sin merecimientos abad, el aquí yo Arandisclo, no por abundancia de bienes alentado, sino por la ayuda divina…”. En su opinión, pudiera tratarse de la «lápida fundacional» o Aedificatio de San Salvador de Tábara, pero en realidad el texto no hace la menor alusión a obra alguna o deposición de reliquias, ni recoge fecha alguna. Parece como si estuviera incompleto.


Como señalábamos anteriormente, se han conservado en el templo varias inscripciones y una lauda prerrománica, habiendo sido recientemente descubiertas -en distintas campañas de excavaciones arqueológicas- numerosas piezas románicas que en la actualidad forman parte de un interesante lapidario que se expone en un pequeño museo/centro de interpretación habilitado en el propio templo.


Artemio M. Martínez Tejera para URBS REGIA


Otra información de interés

Teléfono visitas grupos Scriptorium:
603 567 153
Horario:
Lunes, jueves, viernes, sábado y domingo, de  10:00 – 15:00 h. y de 16:00 – 21:00 h.
Martes y miércoles, de 11:00 – 15:00 ; 16:00 – 21:00

 

Bibliografía

Blanco Freijeiro, A. y Corzo Sánchez, R., (1976) 1980: “Lápida fundacional de San Salvador de Távara”, Actas del Simposio para el estudio de los códices del “Comentario al Apocalipsis” de Beato de Liébana, T. II (“Comunicaciones”), Edic. Joyas Bibliográficas, Madrid , 275-277.
Galtier Martí, F., (1987): “O turre Tabarense alta et lapidea… . Un saggio d`iconografia castellologica sulla miniatura della Spagna cristiana del secolo X”, XXXIV Corso di Cultura sull`arte Ravennate e Bizantina (“Archeologia e Arte nella Spagna tardoromana, visigota e mozarabica”) Ravenna, 253-289.
Regueras Grande, F. y García Aráez-Ferrer, H., (2001): Scriptorium. Tábara visigoda y mozárabe, Salamanca

Portales

 

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