NECRÓPOLIS DE HERRERA DE PISUERGA
Agradecimientos:
Ficha realizada por nuestra colaboradora Lucía López García.
Notas previas
- 1931-1932: primeras excavaciones oficiales dirigidas por J. Martínez Santa Olalla.
Entorno histórico
El yacimiento de Herrera de Pisuerga ocupa un cerro amesetado, ligeramente elevado por encima del nivel del terreno circundante y ubicado a escasa distancia de la confluencia del río Pisuerga con su afluente el Burejo. Se dispone en un lugar estratégico en las comunicaciones entre la Meseta y el Cantábrico, ya que controla la principal vía natural de penetración hacia el interior de la Cordillera, que remonta el curso del Pisuerga.
Descripción
Al margen de algunas referencias aisladas proporcionadas por viajeros y eruditos como Ambrosio de Morales o Ceán Bermúdez, el comienzo de la investigación arqueológica de la necrópolis visigoda de Herrera de Pisuerga se retrasa hasta 1931-1932. Esta había sido descubierta accidentalmente varias décadas antes con motivo de la creación de varias huertas de regadío a orillas del Burejo. Las excavaciones oficiales, patrocinadas por la antigua Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades y dirigidas por J. Martínez Santa Olalla, revelaron un excepcional conjunto funerario visigodo, además de restos constructivos considerados en su día como contemporáneos a la necrópolis. Nuevas campañas estivales tienen lugar en 1960, 1961, 1976 y 1983.
Según Santa Olalla, las fosas en el momento de su excavación se encontraban a unos 80 cm. de profundidad. Por regla general, las sepulturas, orientadas E-O y formando alineamientos, estaban indicadas por medio de cantos rodados o piedras. En el interior de las fosas fueron depositados ataúdes de madera, pues se encontraron clavos de hierro, o bien parihuelas.
Los ajuares
La necrópolis suma un total de 52 sepulturas, conteniendo 16 de éstas adornos personales en su interior. Entre los materiales hallados en los ajuares destacan aquellos saqueados a partir de 1908 y citados por Zeiss: tres fíbulas, tres placas liriformes, una placa cruciforme y una plaza rígida con la escena de Daniel en la fosa de los leones.
Todos los objetos de adorno personal aparecidos en Herrera de Pisuerga nos proporcionan una cronología de finales del siglo VI, perdurando después de la unificación durante todo el siglo VII. Los variados ejemplos de artes menores amplía el abanico de piezas conocidas, sin que varíe su condición de necrópolis visigoda “clásica”, de tradición germánica.
Bibliografía
– RIPOLL LÓPEZ, Gisela, La ocupación visigoda en época romana a través de sus necrópolis, Barcelona, 1986.