Galería de imágenes:   Vista general de la tumba antes de volver a taparla Detalle de la cabecera Estado de la tumba en pleno proceso de excavación Detalle de la placa de la cabecera Detalle de los huesos de las piernas Detalle del tronco y la posición de la cabeza Vista de la tumba en la última fase de la excavación. Detalle del estado en que se encontraban el tronco. las caderas y los fémures                                
Esta fue la sorpresa de unas vacaciones campestres


VACACIONES ARQUEOLÓGICAS

Un mes de agosto, a principios de los pasados años ochenta, decidimos con un matrimonio amigo también joven y arriesgado, alquilar un cortijo a unos antiguos amigos de la familia en un pueblo de la subbética cordobesa.

El cortijo estaba estratégicamente situado en un olivar colgado de un complejo montañoso y garantizaba una cierta dosis de aventura, ya que no disponía de electricidad ni agua corriente, aunque sí contaba con una estupenda fuente, una alberca de agua clara, un magnífico clima, un precioso campo para que nuestros tres niños pudieran corretear e incluso hacer alguna pequeña cabalgada en mulo y por las noches nos permitía disfrutar del mejor cielo de Andalucía.

Dado que un par de años antes, en unas vacaciones en Asturias tanto mi mujer como la misma pareja amiga habían sufrido de mi locura por las "piedras viejas", ya que les hice visitar la mayor parte de los monumentos del Arte Prerrománico Asturiano -algunas de las fotografías de esa zona que aparecen en esta página son aún de aquel viaje-, en este caso me pusieron como condición garantizarles que no habría "paliza prerrománica". Como en aquella zona por esas fechas sólo tenía la referencia de Bobastro como sitio de interés a visitar, no tuve problemas para dar mi palabra de que, como mucho, visitaríamos un solo monumento, comprometiéndome a respetar unas vacaciones bucólicas y campestres.

Dicho y hecho; el 1 de Agosto, después de hacernos, entre otras provisiones más convencionales, con un jamón y una garrafa de vino de Moriles, ya que queríamos ambientarnos rápidamente, tomamos posesión de nuestra especial "villa de vacaciones" con la ayuda del guarda del cortijo y de su encantadora familia -"los caseros", según se les llamaba por aquellas tierras-, y, algo totalmente inesperado, comenzamos unas sorprendentes "Vacaciones Arqueológicas".

En efecto sabiendo, después de haber pasado de chaval muchos veranos en aquel pueblo, que en la zona existía una gran tradición de hallazgos arqueológicos, en muchos Vista del cortijo y el olivarcasos con tesoro incluido, la noche siguiente mientras tomábamos un fino con el casero, se me ocurrió preguntarle si por allí había encontrado alguna cosa que pudiera ser muy antigua. Su respuesta puso patas arriba todo nuestro tranquilo plan de vida durante los siguientes veinte días pues, aunque en principio nos comentó que no había nada antiguo en el entorno, seguimos hablando y se acordó de que a veces, al arar el olivar salían una piedras planas muy grandes que le daban mucho trabajo ya que tenía que trocearlas, pues eran muy malas para el olivar.

¡Evidentemente era cosa del destino! A la mañana siguiente hicimos una descubierta por la zona que nos indicó y el tema se presentó como algo muy interesante. A menos de 200m de la casa el terreno formaba una lomita de tierra que sobresalía de la montaña con pendiente a dos aguas, de lo más apropiada para la existencia de una necrópolis, y rascando por aquí y por allá, en un par de horas habíamos encontrado, a menos de 30cm de profundidad, un pequeño enterramiento de arcilla, una gran tumba tapada por tres enormes losas de piedra e indicios de la existencia de otras muchas tumbas, lo que no era mal principio dado que nuestra experiencia arqueológica era prácticamente nula.

La cuestión era que en aquellos tiempos, para alguien interesado en este tipo de temas un hallazgo como aquel significaba un problema con muy difícil solución. Por un lado, lo lógico desde un punto de vista teórico era no tocar nada y dar parte a las autoridades competentes. Por otro, desde el punto de vista real, yo sabía por experiencia propia que en aquella época y dada la tradición de hallazgos de tesoros en la zona, si lo dejábamos sin excavar y no se hacían cargo inmediatamente de su custodia las autoridades -algo totalmente impensable-, sería arrasado por unos o por otros como muy tarde al día siguiente de nuestra partida.

Para mí el otro gran problema era la reacción que podría tener el resto de la expedición al verse otra vez metidos de hoz y coz en unas vacaciones dedicadas La tumba, bajo la sombra de un olivo, después de levantar la primera losaa las "piedras viejas", pero me encontré con la sorpresa de que tanto mi mujer como mi amigo tomaron un tema tan apasionante como cosa propia desde el primer día. Afortunadamente nuestra amiga pasó ampliamente del descubrimiento, por lo que pudimos tener cubierta la logística y el cuidado de la prole de forma razonable.

Una vez analizada a fondo la situación, decidimos que la solución menos mala era avisar inmediatamente a la propietaria del cortijo para que diera parte oficial del hecho -resultó que conocía a la directora del Museo Arqueológico de Córdoba y nos dijo que iba a hablar con ella- y mientras tanto, hasta que "quien corresponda" se hiciera cargo del asunto, ir excavando la tumba descubierta con el mayor cuidado posible para que el resultado final permitiera su estudio posterior, hasta que fuera evidente que no había monedas u otros restos de valor y dejara de tener interés para objetivos diferentes a los arqueológicos. Como complemento, cubrimos otra vez la tumba pequeña y decidimos no intentar ninguna otra prospección, que por los demás indicios encontrados en la investigación del terreno del primer día, estábamos convencidos de que habría tenido éxito.

Evidentemente, puestos manos a la obra, la primera tarea fue remover las tres grandes losas que cubrían la tumba, cada una de ellas de algo menos de un metro cuadrado y unos 25cm de altura, es decir de un montón de kilos de peso cada una -como se puede ver en las fotografías adjuntas-, lo que dejó algunos riñones machacados para unos días.

A partir de ese momento, todo consistió en ir sacando con un cuidado infinito la tierra que llenaba toda la tumba sin remover nada de su contenido original, con la única ayuda de un pequeño punzón, un lima de uñas y un pincel, para ir dejándolo totalmente a la vista pero sin despegarlo del fondo, a la vez que escribíamos un diario de la excavación, que por desgracia, después de treinta años no aparece por ninguna parte, quizá extraviado en alguna mudanza.

Esta tarea Pequeña tumba de arcilla próxima a la anteriornos llevó hasta el final de nuestras tres semanas de vacaciones y transcurrió con éxito y sin mayores incidencias que las tensiones generadas entre los tres "arqueólogos" a causa de la emoción que producía la posibilidad de ir descubriendo tan poco a poco el contenido de la tumba, hasta el punto de que en algunos momentos llegamos a tener problemas para la distribución entre los tres de las horas de trabajo en la excavación -ya que por sus características no era recomendable que trabajaran varias personas a la vez-, sobre todo cuando se iban descubriendo restos que parecía iban a ser de interés, momentos en que poníamos todo tipo de excusas para no cederle el puesto al siguiente, que solía estar esperando ansiosamente su turno. Afortunadamente en ningún momento llegamos a las manos aunque hubo todo un muestrario de trampas y subterfugios para alejar a los demás de la excavación.

De esta forma fuimos sacando a la luz una impresionante tumba, con forma de trapecio muy alargado y lo pies orientados hacia el este. Tenía más de dos metros de longitud, aunque no llegaba al metro de anchura máxima, y estaba formada por tres grandes losas verticales en el costado sur y dos de mayor tamaño en el del lado norte, otra a los pies y una placa algo inclinada en la cabecera, que parecía de arcilla y tenía unas marcas que podían ser inscripciones, aunque nos resultaron indescifrables. Esta placa de la cabecera era de mayor altura que el resto de las que formaban la tumba y además estaba incompleta por su parte superior, como si en su origen hubiera sobresalido del resto formando una especie de estela de señalización de la tumba. En esta zona de la cabecera es también interesante destacar la existencia de una especie de pequeña columna o pilastra de piedra que estaba situada separando dicha losa de la que forma el primer tramo del costado norte. El fondo era duro, formado por alguna especie de mortero y todo el conjunto, como ya hemos comentado, estaba cubierto por tres grandes losas de piedra.

Dentro estaba encajado el esqueleto de una persona, que por su tamaño siempre supusimos que era un varón, ya que recuerdo que según nuestros cálculos debía Ya han empezado a aparecer los restoshaber medido más de 1,80m. Estaba situado muy próximo a los pies de la tumba y bastante alejado de la cabecera, boca arriba, aunque la cabeza se había desprendido y se encontraba volcada hacia atrás y a la izquierda, quizá debido a que los hombros eran más anchos que la zona correspondiente de la tumba y se encontraba en una postura bastante forzada, con el hombro izquierdo desplazado hacia abajo respecto al derecho. También nos pareció poco habitual el hecho de que los fémures montaban sobre tibia y peroné, como si lo hubieran enterrado con las rodillas dobladas hacia arriba, cuando la tumba tenía suficiente longitud para que hubiera podido caber totalmente extendido.

En cuanto a otro tipo de materiales encontrados en la su interior, debemos destacar que en la parte excavada hasta el fondo de la misma no aparecieron restos de cerámica, aunque sí algunos trozos de metal. El mayor, de unos 6x4cm se encontraba a un lado de la cabeza y parecía ser parte de algo que existía debajo de la misma; algo similar sucedía con dos trozos algo más pequeños que encontramos debajo del hombro derecho y que parecían ser parte de algún arma que continuaba debajo del brazo del mismo lado. En ambos casos, como nuestro objetivo era dejar a la vista el contenido de la tumba pero sin despegar del fondo los restos, no intentamos extraer las partes que faltaban de aquellos objetos metálicos. También aparecieron otros cuatro pequeños trozos de metal en la zona de la cintura; dos de ellos, uno que parecía ser parte de una pieza curva y el otro como un pequeño botón circular, podrían haber pertenecido a una hebilla de cinturón. Los otros dos eran del mismo tipo que los dos primeros pero más pequeños. Otro detalle sorprendente es que a los pies encontramos lo que parecían ser dientes de algún perro de tamaño medio. Es de suponer que debajo del cuerpo quedarían por descubrir otros restos del ajuar de un personaje que parecía haber sido importante.

Así pues, acabada toda la labor prevista poco antes del fin de nuestras vacaciones, dedicamos un último esfuerzo a volver a tapar la tumba con sus tres losas, procurando cerrar todos Estado de la tumba en una fase avanzada del trabajolos espacios lo mejor posible, cubrimos todo ello con un gran plástico y, con la satisfacción del trabajo bien hecho, después de una cena pantagruélica de despedida a la que nos invitaron los "caseros", volvimos a Madrid y -con todo el dolor de nuestro corazón- intentamos dejar a un lado nuestra apasionante nueva vocación y retomar las tareas habituales, aunque con una extraña sensación de nostalgia porque, en vista de la aparente falta de reacción del Museo Arqueológico de Córdoba, teníamos la sensación de abandonar a su suerte a aquel viejo amigo que nos había proporcionado tantas emociones.

Como nuestro propósito no fue nunca hacer una excavación formal de la tumba, no intentamos en ningún momento sacar conclusiones sobre la época a la que pudo pertenecer la necrópolis, limitándonos a intentar dejarla en unas condiciones que permitieran su análisis posterior a personal cualificado, lo que no era nuestro caso. Debido a ello, al volver de las vacaciones enviamos todos estos restos, así como algunos huesos desprendidos sobre todo de los pies, y algunas fotografías, a un Instituto Oficial de Restauración andaluz con el que tenía relación una persona de la familia, con la esperanza de que los estudiarían, pero nunca volvimos a saber de ello.

Viendo ahora el reportaje fotográfico que hemos conservado, encuentro en nuestro hallazgo grandes semejanzas con tumbas de algunas de necrópolis visigodas, aunque la placa de arcilla de la cabecera no coincide con ninguna de las que conozco. Sería una gran noticia para nosotros que "quien corresponda" dedique algún interés a un tema que podría ser de importancia y que lleva treinta años esperando en una zona muy próxima a los yacimientos iberos de la Alta Andalucía, sobre todo a los de Almedinilla y Fuente Tójar, y en la que también se han encontrado multitud de restos romanos y árabes.



Pero mientras nosotros habíamos estado totalmente abducidos por nuestro esquelético amigo, el mundo había seguido girando a nuestro alrededor de una forma sorprendente.

Cuando llevábamos aproximadamente una semana excavando, vino a vernos la propietaria del cortijo para decirnos que había hablado con la directora del Museo Arqueológico de Córdoba y le había pedido que no tocáramos nada, aunque no sabía cuando podrían venir a visitar la Estado final de la tumba antes de volver a taparlanecrópolis, pero dando a entender que tardarían meses. En ese momento aún quedaba bastante tierra que extraer pero ya se reconocía perfectamente la tumba y empezaba a aparecer parte del esqueleto. Planteamos a nuestra amiga, que conocía muy bien las costumbres ancestrales de la zona, las grandes probabilidades que existían de que si la dejábamos así, cualquiera podría llevarse todo por delante para ver si había algún tesoro, explicándole nuestro objetivo, y estuvo de acuerdo, en vista de que no había riesgo de que nos viniera a ver algún responsable de arqueología de la provincia, en terminar el trabajo previsto y decirle a su amiga que cuando nos trajo su recado ya lo habíamos acabado, por lo que pudimos continuar sin mayores problemas.

Pero el asunto, ya de por sí inesperado, empezó a tener las características de un sainete. Cuando volvimos a hablar con ella pocos días después, nos contó que la habían llamado desde Radio Córdoba, pues se habían enterado del asunto no se sabe cómo y la habían hecho una entrevista en directo dedicada al descubrimiento que habíamos hecho en su finca. Lo siguiente fue saber que también se había comentado en la radio la grata nueva con algunos políticos de la provincia.

Para completar la escena, unos días después, mientras estábamos a media tarde totalmente concentrados en las manchas de color rojizo que anunciaban la proximidad del trozo de metal que apareció al lado de la cabeza, vimos dos coches que subían por el camino de tierra que unía este y otros cortijos con la carretera, pasando de largo a menos de cincuenta metros de donde estábamos excavando. Unos diez minutos después volvieron y pararon para acercarse a donde nos encontrábamos los tres "arqueólogos". Resultó que eran parte de las fuerzas vivas de la provincia, representantes de UCD, y creo recordar que también alguno del PSOE, que venían a proporcionarnos nuestro momento de gloria. Estuvieron sólo unos minutos, posiblemente porque esperaban encontrar mucho más que un agujero en el suelo, que da poco lustre en las fotografías. El hecho es que a partir de ese momento parece ser que el descubrimiento desapareció de las ondas y dejó de tener interés político. ¡¡En pocos días, tanto nosotros como nuestro viejo amigo habíamos pasado de la gloria al olvido!!



El final de la historia fue también anecdótico. Unas semanas después de retomar La tumba, ya tapada, antes de poner un gran plásticonuestra vida habitual, la propietaria del cortijo me llamó para pedirme que me pusiera en contacto con la directora del Museo Arqueológico de Córdoba, que quería hablar conmigo. Lo hice inmediatamente y me encontré, como saludo inicial, con la amenaza de denunciarme a la Guardia Civil si no le enviaba inmediatamente toda la información que habíamos escrito -se supone que nuestro diario de la excavación-, todas nuestras fotografías y todo el material que hubiéramos sacado de la tumba. No había tenido aún tiempo para dedicar un par de horas a visitar el lugar. Como yo seguía preocupado por lo que pudiera pasar con los restos, que habían quedado indefensos, intenté convencerla de que nada que la enviáramos sería tan útil como que fuera a ver la tumba. Además le expliqué que habíamos enviado el material para su análisis y su reacción fue tan desaforada -más tarde me enteré de que sus relaciones con aquel Instituto de Restauración no eran muy amigables- que preferí decirle que actuara como le pareciera conveniente y terminar la conversación.

La última sorpresa fue que unos tres o cuatro meses más tarde, cuando ya dábamos por terminado el asunto, me volvió a llamar la propietaria del cortijo para decirnos que por fin había ido su amiga a ver la tumba y que le había dicho que nos daba permiso para seguir excavando en la finca. Con todo el dolor de mi corazón le contesté que se trataba de que el trabajo lo hiciera personal con la adecuada preparación, ya que nosotros habíamos hecho lo que habíamos podido pero no éramos los más apropiados para continuar con algo que nos parecía muy serio.

A partir de entonces no volvimos a saber nada del asunto. Unos doce años después volvimos por el pueblo y estuvimos con nuestra amiga, que ya no recordaba casi nada de toda aquella historia y, por supuesto, nadie había continuado investigando algo que, a pesar de todo el tiempo transcurrido, sigo creyendo que puede ser la necrópolis de un asentamiento de importancia, que por la configuración del terreno podría haber estado situado muy próximo, posiblemente en la misma finca.

Durante estos casi treinta años he sentido que, aunque entonces hicimos todo lo posible por él, de alguna forma estábamos en deuda con aquel personaje que nos había proporcionado unas vacaciones tan apasionantes, por lo que me he animado a publicar este artículo en nuestro pequeño foro en la confianza en que pueda servir para sacarlo de su anonimato. Por lo tanto, si alguien con los títulos y permisos necesarios, tiene la posibilidad de reiniciar el análisis de la necrópolis y quiere saber algo más sobre su situación y características puede ponerse en contacto con:

Pablo García-Diego, webmaster de “Arte Prerrománico Español”
Dirección de la web: http://www.turismo-prerromanico.es
Correo electrónico: turismo-prerromanico@logotur.com